EUTIQUIO 92 AÑOS (Gerardo Maciel)

17.09.2017

..."Los invito a orar por el santo temporal del santo dios para peregrinar en pos de la santa virgen, para ser santos en nombre del santo patrón que es el dios..."

..."yo los quiero invitar a ser amables como el santo dios que es amable y lleno de misericordia y a orar por el santo temporal..."

Y mientras decía todo eso, él se persignaba, y ponía sus pequeñas manitas en su pecho, y se quitaba su gorra y se la volvía a poner, en señal de respeto por lo que decía; y nos bendecía con sus manos al frente........

Como si urgentemente lo necesitáramos ó cómo si ciertamente lo mereciéramos.

...y continuaba con su perorata interminable; como si mi dios, encolerizado, me hostigara a padecer una pesadilla y un castigo del infierno, imaginado sólo por algún Cuauhtémoc achicharrado, ó por algún Dante ó por algún Edgar Allan ó por algún Fidel ó por algún Salinas ó por cualquiera que como yo, sabe que se deben pagar las culpas de alguna manera estúpida.

El no sabía lo que decía realmente; su mente enferma alucinaba y le ordenaba decir aquellas frases, como una letanía eterna e incomprensible para el oído y el cerebro normal de cualquier ser humano cotidiano.

Para según él, apaciguar las culpas de los hombres pecadores.

Eutiquio era un hombrecillo de apenas unos 48 kilos, y de 92 años; así lo decía aquel cartón colgado en su huesudo pecho; como un gafete de un preescolar para identificarlo por si fuera necesario; hambriento y flaco como el viento y el hambre, con una mirada clavada en un punto abstracto y recurrente, que ciertamente no éramos nosotros; y que sólo demostraba la fascinación y el fanatismo impuesto en su infancia por alguien perverso, al que ojalá hubiera podido conocer, para patearlo, para reclamarle, al perro, su abuso por haberlo dejado tan maltrecho mentalmente.

Y agradecerle de algún modo, lo que hizo su hijo con nosotros.

Los tres que lo escuchamos no dijimos palabra alguna, sólo lo escuchamos, sólo lo mirábamos de reojo y absortos y directo.

Y de vez en cuando esquivábamos su mirada dirigida periódicamente perfecta en tiempos, hacia cada uno de los tres, con sus susodichas bendiciones.

No pidió nunca nada; yo, por inercia y por en cambio, le regalé un par de panecillos comerciales, como para que entendiera que debía detener su evangelización frenética, como para callar su elocuencia absurda y seguir viviendo normalmente, para que nos dejara en paz.

.....y se fue calladamente, como planeta se apagó el sonido de su voz y volvimos a nuestros negocios y a nuestra charla.

Se fue como la humedad o como esos animalillos pequeñitos que de repente se aparecen y desaparecen en un instante, dejándonos una imagen resplandeciente y un recuerdo hermoso, sencillo e importante.

Pareció que no había sucedido nada desde aquel encuentro con él.

Pero algo sucedió.

El volvió...

Completamente cuerdo, completamente entero, completamente regordete, completamente agradecido.

Mis panes habían surtido efecto en el....

Si, cómo no, claro...

Jamás nos explicó nada de lo anterior, no lo recordaba; llegó de nueva cuenta con nosotros casualmente, vendiendo fruta...

...desde entonces, ya no soy el mismo al mirar y al conocer a las personas desconocidas...

...es más, ni siquiera al mirar o al intimar con personas conocidas.

Todos somos fanáticos de algo, empobrecidos por algo, ensimismados por algo, fascinados, enfermos, alucinados, enamorados de algo ó de alguien.

Así somos.

Y así nos ven, esos a los que abordamos con nuestras opiniones, con nuestras ilusiones, con nuestras desdichas, con nuestras tristezas, con nuestras alegrías.

Nadie puede comprender en realidad lo que el otro piensa, es más, ni siquiera podemos imaginar en una noche portentosa, quienes somos, aunque amablemente algunos te digan que te aman y que te comprenden.

La verdad es que a nadie le importan los otros, sólo nos importamos nosotros mismos.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar